Historia de las Bodegas Amézola de la Mora
Las Bodegas Amézola de la Mora son más que un simple lugar de producción de vinos; son un monumento a la historia y la perseverancia de una familia arraigada en la tradición vitivinícola. Cada rincón de esta bodega respira el espíritu de generaciones pasadas, desde las majestuosas paredes de piedra que se erigen con dignidad hasta los viñedos que se extienden hacia el horizonte, testigos silenciosos del paso del tiempo.
En este enclave rural, el tiempo parece detenerse, permitiendo a los visitantes sumergirse en una experiencia sensorial única. El aroma embriagador de las uvas maduras impregna el aire, mientras que el sonido suave del viento entre las hojas de vid crea una sinfonía natural que invita a la contemplación.
Dentro de los muros de la bodega, la historia cobra vida a través de cada botella cuidadosamente elaborada. Los depósitos de fermentación, modernos en su tecnología pero arraigados en la tradición, son el corazón palpitante de la operación vinícola. Mientras tanto, las barricas de roble, envejecidas y respetadas, susurran historias de años pasados a medida que acunan el vino en su proceso de maduración.
Pero es en las antiguas galerías abovedadas donde el pasado se entrelaza con el presente de manera más tangible. Estos pasadizos subterráneos, una vez habitados por la nobleza, ahora albergan las joyas más preciadas de la bodega: las botellas que han sido cuidadosamente envejecidas para alcanzar su máximo potencial.
Las Bodegas Amézola de la Mora son un testimonio viviente de la pasión y el compromiso de una familia con su arte. En cada sorbo de sus vinos, se puede saborear la rica herencia y la dedicación que han sido transmitidas de generación en generación, convirtiendo cada experiencia enológica en un viaje inolvidable a través del tiempo y el sabor.
Los viñedos de las Bodegas Amézola de la Mora se extienden en una meticulosa distribución por diferentes pagos y parajes. Esta estratégica ubicación se ve favorecida por la presencia de la imponente Sierra de Cantabria, que actúa como un escudo natural, protegiendo los viñedos de los vientos fríos del norte. Esta combinación de factores geográficos, junto con la riqueza del suelo arcilloso-calcáreo, crea un entorno excepcionalmente propicio para el cultivo de las variedades de uva Tempranillo, Mazuelo y Graciano, utilizadas en la elaboración de los vinos emblemáticos de la bodega.
Los caldos Viña Amézola, Iñigo Amézola, Señorío de Amezola, Torre Demontalbo y Solar de Amézola, son los mejores vinos de la bodega.
Desde el año 2008, los propietarios de las Bodegas Amézola de la Mora han ampliado su oferta para incluir una variedad de actividades enoturísticas que permiten a los visitantes sumergirse aún más en la experiencia vinícola. Estas actividades van desde tranquilos paseos a pie entre las majestuosas hileras de viñedos hasta emocionantes recorridos a caballo o en bicicleta, brindando la oportunidad de explorar los terrenos de la bodega desde diferentes perspectivas. Esta oferta diversificada resalta el valor paisajístico de la bodega, destacando su singularidad como un ejemplo de château bordelés en el contexto de La Rioja, lo que agrega un elemento de exclusividad a la experiencia enológica.
En el presente, las Bodegas Amézola de la Mora están inmersas en un emocionante cambio generacional. María y Cristina, las hijas de los propietarios, están asumiendo gradualmente las riendas del negocio familiar. Con una visión hacia el futuro, estas nuevas líderes están preparadas para llevar adelante el legado de la bodega y dar forma a su propia visión innovadora. Su compromiso con la calidad, la tradición y la excelencia asegura que las Bodegas Amézola de la Mora continuarán siendo un destino destacado en el mundo del vino, ofreciendo experiencias únicas y memorables para los amantes del vino de todo el mundo.