Érase una vez… a finales de los años 60 del pasado siglo, una acaudalada familia compra un enorme castillo: El Castillo de Sajazarra, una antigua y gran fortaleza con un pasado histórico.
El Castillo de Sajazarra
Esta monumental construcción data del S.XV cuando una primitiva torre del siglo XIII fue derruida para su edificación. Pasó por numerosos propietarios, sufrió grandes remodelaciones, fue un fuerte de enorme importancia.
Sus muros han escuchado numerosas historias y han sido escenario de múltiples contiendas entre los reinos de Navarra y Castilla.
El paso de los años afecta a su estado de conservación: sus muros comienzan a convertirse en vestigios, la bóveda se viene abajo, las piedras se caen unas sobre otras, en sus jardines crecen zarzales…
La ciudadela llora… recordando mejores tiempos, recuerdos de otrora…
La espera mata y el silencio aturde… pero en el año 1970 vuelve a ser reconstruido. Gracias a la familia Líbano que adquiere la propiedad y la restaura para que vuelva a brillar con luz propia y recuperar su imagen pasada.
Consiguiendo que pueda presumir de ser uno de los castillos mejor conservados de toda La Rioja. Devolviendole su esplendor de antaño y transformándola en una de las fortalezas más bellas y mejor conservadas de nuestro tiempo.
En las mazmorras del mismo aparecen diferentes elementos muy antiguos vinculados a la elaboración del vino: tinas, lagares, prensas…
Así la familia comienza a elaborar su propia producción de vino: primero para su propio consumo y después como actividad comercial para el uso y disfrute de todos aquellos que deseen probarlo. Continuando con la tradición vitivinícola del castillo.
Así fue como gracias a esta familia, los antiguos muros del castillo dejan de sollozar por tiempos pasados.
Y como gracias a ellos todos los habitantes de la zona y de sus aledaños, incluso de las tierras más lejanas… Pueden degustar y deleitar sus exquisitos vinos y así… Por y para siempre… Ser felices y comer perdices…
Y colorín, colorado… Este cuento se ha acabado.