La historia ha unido a la Rioja Alavesa y al vino hasta el punto de no entenderse la una sin el otro. Una singular situación geográfica, protegida del Norte por la Sierra Cantabria y buscando en el sur la fertilidad del Valle del Ebro; una tierra caliza que aporta todo su temperamento; y un clima húmedo con las justas horas de sol y adecuadas temperaturas en cada época del año, hacen de la Rioja Alavesa un enclave concebido por y para el vino. En el centro de la Rioja Alavesa, en Elvillar de Álava, es precisamente donde Fernando Meruelo y Félix Revuelta crearon Lar de Paula.
La Sierra Cantabria y sus viñedos casi en efervescencia dibujan el día a día de la Rioja Alavesa. Postales de horizonte cercano, cielos recortados y tal escala de tonalidades que su simple contemplación es una experiencia asombrosa. A 600 metros de la línea del cielo, a 600 metros del nivel del mar. Un punto intermedio, un sosegado equilibrio donde habita durante meses el fruto de los viñedos de Lar de Paula.
Con la calidad de la uva garantizada por el trabajo de campo, el proceso en la bodega se inicia con un acto de convivencia entre el más tradicional de los métodos de elaboración, el servicio de la tecnología y una nueva manera de entender el mundo del vino.
De este modo, toda la tradición del pasado, todo el peso del ayer, se infiltra en una nueva perspectiva que mira al futuro sin vacilaciones. Con uvas procedentes de cepas de más de veinte años se elaboran vinos de líneas modernas, extrayendo a la histórica variedad Tempranillo nuevos e insospechados matices. Al fin, no es más que la consecuencia de un control vitícola y enológico que no abandona al vino en todo su proceso de elaboración.
Sobria y adaptada al entorno, la bodega de Lar de Paula en Elvillar de Álava es un edificio pensado y construido para su función primordial: facilitar el tránsito de la uva al vino en su recorrido, en el trabajo diario y en la aplicación de los nuevos procedimientos enológicos.
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